miércoles, 28 de febrero de 2018

SIDONIE + SHINOVA: Entre el Indie Pop y el Rock Alternativo


Escenarios Mahou: Concierto de SIDONIE + SHINOVA. Gijón, Sala Albéniz, 24 de febrero
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Finalizó el ciclo de conciertos “Escenarios Mahou” en Asturias con dos bandas protagonistas de las listas de éxitos en el panorama musical español. Hablamos del quinteto vasco “Shinova” y los catalanes “Sidonie”. El reclamo de las dos bandas agotó las entradas y la sala Albéniz se convirtió en un encuentro de pop y rock de lo más alternativo.
 
Para empezar “Shinova”, con varios temas de su último álbum “Volver” y algunas canciones  de sus tres anteriores discos.  Este quinteto vasco va  ganando cada vez más confianza y puliendo sus composiciones, liberándose de artificios y obteniendo un sonido más limpio y directo. Buscan una razón “Para cambiar el mundo”, con contundentes guitarras y una voz madura y con cuerpo que brilla en “Qué casualidad”, un tema bien construído y con una buena resolución en directo. Tocaron unos cuantos temas, algunos más interesantes que otros y se despidieron de la multitud por todo lo alto sonando a todo trapo  “A 30 minutos”, cuyos arreglos de guitarra rítmica parecían extraídos del mismísimo “Get Lucky”. No insinúo plagio alguno, esa forma de “funckear”  con la guitarra es una técnica moderna habitual audible en cientos de canciones y la de “Daft Punk”  es el colofón. “A 30 minutos” es un buen tema y, por supuesto,  “Get Lucky” también.

Para cerrar la noche “Sidonie” y un público con muchas ganas de brincar y escuchar “El peor grupo del mundo”, título de su octavo disco y otros grandes éxitos de sus trabajos anteriores. Confieso mi escepticismo con este grupo, me resulta un tanto snob y no consiguen que me crea sus letras. Si las leo sin escuchar la música me parecen versos sueltos metidos a calzador, de hecho, de oportunistas les he tachado alguna vez.  Sin embargo, en directo es un grupo que merece la pena: son frescos, divertidos, tocan bien y saben conectar.  Lo demostraron con temas como “Un día de mierda” en el que todo el público silbó el estribillo o en el repaso histórico que hacen en “Qué fue del siglo XX”, con arreglos de guitarra en agudos y teclados peculiares. Acompañamiento guapo el de las dos guitarras bien empastadas en el tema “El peor grupo del mundo”  y también en “Carreteras Infinitas”,  con un escenario desbordante de energía. 


El trío catalán de indie pop ha cumplido recientemente su vigésimo  aniversario, por lo tanto, se han curtido bien pisando escenarios y creando canciones  a base de estribillos  pegadizos  que funcionan muy bien en directo. Las letras llegan  y los arreglos musicales tienen matices interesantes. Así es que los de “Sidonie” convierten cada concierto en una fiesta y el de la Albéniz no fue menos. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

MANDO DIAO: Talento Sueco


MANDO DIAO. Sala Albéniz, 23 de febrero.
 
Cita ineludible con “Mando Diao” en la sala Albéniz para escuchar su último trabajo “Good Times”, noveno disco de la banda sueca que agota las entradas en cuanto asoma el cartel. Las críticas habían sido duras -conste que no comparto ese punto de vista-, con su anterior trabajo en inglés “Ælita', por haberse alejado de su esencia roquera y apostar por la proliferación de la electrónica y los sonidos de sintetizadores. Con otro disco posterior cantado en sueco y la fuga de un pilar de la banda, retoman ahora ese sonido de garaje sesentero más crudo y desenfadado con el que se consolidan como uno de los grupos más punteros del género. Y merecido lo tienen.

 De teloneros OBGMs: una banda de punk rock canadiense que aporta un timbre particular por la variedad de sonidos lead con el sintetizador  muy estilo Moog. Unos minutos para el cambio y suenan los redobles de “Il Mercenario” de Ennio Morricone mientras  “Mando Diao” se parapeta detrás de los instrumentos para asaltar nuestros oídos con las guitarras de “San Francisco Bay”, uno de sus grandes éxitos. Llegó “All the Things”, de su nuevo disco y el público ya se la sabía, aunque no tanto como  “White Wall”  y su estribillo  “La la teacher my, la la teacher for you”.  Y es que esta banda tiene un especial talento para componer melodías que suenan frescas  y pegadizas a más no poder.  Debe ser cosa de los suecos. 

La temperatura de la sala iba in crescendo en todos los sentidos a base de los nuevos temas de “Good Times” y de grandes canciones de la banda cantadas por un descamisado Björn Dixgard, con su peculiar timbre ronco a medio camino entre Rod Steward (me acuerdo de él cuando cantan “Shake”)  y Sergio Dalma (de este último me refiero al timbre no a su forma hortera de cantar). Hacía cada vez más calor y el público entregado coreaba  temas como “Mr Moon”, “Voices on the Radio” o la famosa “Gloria” dedicada a alguna Gloria gijonesa. Tema tras tema Björn acusaba más ronquera, si cabe.  Pero no por ello escatimó frase alguna y se entregó a tope hasta los bises. El primero “Shake” y para finalizar todos bailando al ritmo de “Dance with Somebody”, un temazo que desató la locura en la sala Albéniz.  Con la adrenalina por las nubes desalojamos la sala coreando en nuestras cabezas el estribillo, con la sensación de haber sido protagonistas de un gran concierto ofrecido por esta talentosa banda sueca.  Para repetir.

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 





Rosalía & Raúl Refree: Un éxito con matices


ROSALIA & RAÚL REFREE. Teatro de la Laboral, sábado, 17 de febrero.
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Llama la atención el poder de convocatoria que tiene la cantante Rosalía junto con el productor y músico Raúl Refree con un sólo disco en el mercado. Los dos solos y en acústico consiguieron llenar la butaca del Teatro de la Laboral con una propuesta de cante flamenco pop muy contemporánea. Rosalía no es un fenómeno de masas (el flamenco nunca lo fue),  pero consigue llegar a una importante minoría que manifiesta cierta adicción a su voz y a su forma peculiar de cantar cosas sobre la muerte.  Porque de eso trata el disco “Los Ángeles”, de cantes en torno a la muerte. Y el público que asiste a su espectáculo no es el arquetipo de recitales de otros artistas flamencos más consagrados, es un público mucho más joven y perteneciente a variopintas tribus urbanas. Me preguntaba si era capaz de convencer en un concierto en directo y creo que la respuesta es sí, de hecho fue un éxito, pero con matices.

Las letras tan profundas y desgarradas y el aspecto frágil de Rosalía contrastan -y mucho- con su corta edad y su gran voz. Dicen los viejos cantantes de blues que para transmitir y llegar al alma  hay que haber experimentado lo que se canta. Dudo que esta catalana de menos de un cuarto de siglo haya vivido todas esas experiencias sobre la muerte.  Y sin embargo, cuando canta temas como “Catalina” o “Nos quedamos solitos”, entre otros, nos lo creemos.  En cuanto a su voz: tiene un timbre dulce (más propio de adolescente), pero con una afinación perfecta, tanto en notas mantenidas como en los melismas y requiebros, tiene una gran tesitura y mucha expresividad. Es una voz grande. 

Entrando en matices. Su puesta en escena es excesivamente minimalista: los dos están sentados la mayor parte del tiempo y sin interacción con el público, de hecho ella no dice nada (excepto gracias), sólo canta. El guitarrista Raúl Refree es un gran productor musical, pero técnicamente está un poco limitado con las seis cuerdas y, aunque hay acompañamientos originales -el obstinato de “Aunque es de noche” o el ritmo de “Te venero”, por ejemplo-, resulta un poco monótono. Por otro lado, el concierto duró apenas una hora, incluyendo el tiempo que se perdía en afinar la guitarra y los bises; es demasiado escaso para alguien que se molesta en pagar una entrada y desplazarse hasta el recinto.  Por lo tanto, creo que esta propuesta musical merece la pena y mucho, pero falta limar ciertos detalles.  Posiblemente cuando tenga más discos en el mercado y se acompañe de más músicos en el escenario será la bomba.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

Una OSPA inspirada


Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y Coro de la Fundación Princesa de Asturias. Dirección: Rossen Milanov. 15 de febrero. Teatro Jovellanos
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Bajo el título “Inspiración II”, se presentó la OSPA en Gijón para ofrecernos dos obras compuestas por dos de los grandes con mayúsculas: “Música acuática: Suite Nº 1 en fa mayor”, de Haendel y la “Misa nº 5 en la bemol mayor”, de Franz Schubert.  Dos obras de estilos y recursos diferentes, distantes en el tiempo, con finalidades totalmente dispares y creadas para recintos que nada tienen que ver con un teatro como el Jovellanos.  Pero así de inspirada se sintió la OSPA y las dos cuajaron para deleite de una butaca bastante repleta dispuesta a escuchar  a la orquesta, reforzada por dieciséis alumnos del Conservatorio de Oviedo. Sin duda, para ellos un gran reto y para el público un placer poder comprobar que en Asturias hay mucho nivel y relevo generacional.

Con la Obertura de “Música acuática” nos trasladamos al Támesis acompañando al rey Jorge I en sus paseos fluviales, durante los diez movimientos de la obra. La ventaja de no estar surcando el río (además de evitar la lluvia, los olores y el frío), es que desde el escenario del teatro nos llegan infinidad de matices y líneas orquestales que se hubieran perdido por el río, sin duda.  Y es que si por algo se caracteriza esta orquesta, bajo la dirección de Rossen Milanov, es su capacidad para darle vida a una  partitura plana y ofrecer una gran riqueza de contrastes entre la sección de cuerda y la de viento, que fue completada con la riqueza tímbrica del clave. Para la orquesta fue como un paseo por el Támesis, es decir, una partitura que resulta  fácil para unos profesionales que están acostumbrados a abordar dificultades muchos mayores.

La emocionante interpretación de la “Misa número 5 en La bemol” de Schubert contó con el Coro de la Fundación Princesa de Asturias y la colaboración de los solistas Marta Mathéu (soprano), Marina Rodríguez Cusi (mezzo), Evan Johnson (tenor), y Joan Martín-Royo (barítono).  Los cuatro solistas estuvieron magníficos, cada uno en su papel, magnífica la orquesta y magnífico el coro. Todos juntos provocaron momentos de emoción e intensidad desbordante.   Puede que Schubert no tuviera una gran formación religiosa y que siempre se le recuerde por sus lieder, sus impromptus o sus sinfonías, también puede que en cuestiones de misas tenga partituras de más altura técnica, sin embargo, en manos de unos buenos intérpretes y con una buena dirección (como es el caso), su “Misa número 5” es capaz de elevarte a estados emocionales en los que es necesario contener la respiración para mantenerte sujeto a la butaca. En definitiva, un lujo de orquesta que mantiene su inspiración y un lujo de concierto recompensado con sonoros aplausos.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

La vida Breve: Rafael Aguirre y Nadège Rochat


MÚSICA BREVE E INTENSA 

“La vida Breve”:Rafael Aguirre (guitarra) y Nadège Rochat (violonchelo). Sociedad Filarmónica de Gijón.  Teatro Jovellanos, 14 de febrero.
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Un repertorio capaz de conjugar lo académico con lo popular, la dificultad con la espectacularidad y la brevedad con la intensidad es, sin duda, la mejor elección para convertir un concierto en éxito. Y no es tarea fácil. Esta era la propuesta del guitarrista Rafael Aguirre y la violonchelista Nadège Rochat, artífices del concierto titulado “La vida Breve”, que se estrena en España por primera vez después de haber sido representado con gran éxito en salas de prestigio internacional, como el Carnegie Hall de Nueva York, Gasteig en Munich o en el Konzerthaus de Viena, entre otros. La Sociedad Filarmónica de Gijón fue la encargada de vestir de gala el teatro Jovellanos en el día de San Valentín y traer esta propuesta, para deleite de un público con ganas de escuchar un repertorio que sentimos muy nuestro.

Para comenzar nada más apropiado que “Asturias”, primer gran éxito del compositor Isaac Albéniz.  Una obra que, salvo el título, no hace ninguna referencia a la tradición asturiana.  La dificultad que conlleva la interpretación con la guitarra, basada constantemente en el efecto del trémolo y las dinámicas contrastantes, no fueron valoradas como se debían por la falta de volumen en la sala. Quizás, un poco más de amplificación en la guitarra hubiera estado genial.
Los dos juntos interpretaron las siete canciones populares de Manuel de Falla, siete perlas que terminaron con “Polo”, de difícil ejecución y muy bien resuelta. Ya estábamos totalmente sumergidos en el exotismo español y llegó  “Oriental” de Granados, una obra exquisita que ha sabido captar la pureza de la danza española, como afirmaba el compositor Massenet elogiando a Granados.
Momento para lucimiento de Nadège Rochat a solas con su violonchelo Stradivarius, una preciosidad de instrumento construido como viola da gamba por Amati y reformado posteriormente por su discípulo Antoni Stradivari, hasta convertirlo en violonchelo. Un instrumento con una gran historia y una gran belleza, tanto estética como sonora.  Lo comprobamos con la “Danza finale” de Gaspar Cassadó, una de las favoritas del repertorio de los chelistas y “Requiebros”, otra composición de Cassadó de endiablada dificultad que pone a prueba todos los recursos virtuosísticos del chelo. Nadège la sorteó sin problemas.

 La primera parte del concierto finalizó con “La vida Breve”, título del concierto en honor a la danza de Manuel de Falla que fue interpretada con precisión e intensidad, con un final muy complejo e impactante. Después del descanso calentaron con una pieza de Ravel, seguida de la quinta esencia de lo español: “Granada”, de Agustín Lara.  Parte del público tuvo que contener las ganas de entonar el estribillo final, desahogándose con algunos “bravos”. Merecidos, sin duda.

 Rafael Aguirre interpretó dos obras de Tárrega:  la “Gran Jota” con su efecto del tamburo y “Recuerdos de la Alhambra”, caracterizada por la técnica del trémolo, con sus vertiginosos arpegios  y un ritmo percusivo con las cuerdas apagadas, simulando redobles de caja .  De nuevo volvimos a notar que un poquito más de volumen hubiera sido ideal para captar todos los matices. .
Finalizó el espectáculo con uno de los tangos más conocidos, “Libertango” de Astor Piazzola, una obra muy original construida sobre un obstinato. La ovación fue agradecida con dos bises más: el popular tango “Volver”, que levantó grandes aplausos y una milonga titulada “Olvidar”, que terminó con un glissando en el arco muy pianissimo.  Una pieza delicada y de gran belleza, al igual que el resto del concierto. Sin duda, la Sociedad Filarmónica de Gijón está ofreciendo una de sus mejores temporadas y es de agradecer.
Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España 

viernes, 9 de febrero de 2018

Noche de emociones celtas con Luar na Lubre


Luar na Lubre. Teatro de la Laboral, sábado 3 de febrero
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A lo largo del año no son muchas las ocasiones para escuchar música que se fundamenta en nuestras raíces celtas. La noche del sábado fue una lujosa excepción, con una de las bandas de más solera y más calidad del género. Luar na Lubre llegó  a la Laboral para celebrar su 30 Aniversario y dispuestos a tocar la mejor selección de toda su discografía en “seis horas de concierto”, tal y como prometía el gaitero y acordeonista Bieito Romero,  con su peculiar humor gallego.
Comenzaron con un tema instrumental inspirado en una historia del siglo XI de los monjes irlandeses,  que relataban las múltiples invasiones de otros pueblos hacia Irlanda. Decían los monjes que desde la “Torre de Breogán”  –título del tema-,  se descubrió Irlanda y resumía Bieito que los gallegos y por extensión los asturianos, somos los padres de los irlandeses. La complicidad con el público fue evidente durante toda la velada.

El poema de Lorca “Chove en Santiago”, inspiró a la banda para componer una pieza que se desenvuelve en una atmosfera que fusiona sonidos de sintetizadores, con la gaita, la guitarra acústica y el violín. Una pieza de singular sonoridad. Con “Memoria da Noite” llegó el primer momento emocionante de la noche.  Xabier Cordal, poeta cabecera del grupo, recogió muchas de las emociones que vivieron los gallegos en la desgraciada noche del Prestige.  Luar na Lubre le puso música y para el directo contaron con la presencia de Marisa Valle Roso, la mejor cantante de tonada que tenemos en Asturias.  Su voz junto con la de Belem Tajes dio lugar a un bello tema lento que finalizó con las dos voces a dúo junto con la gaita en heterofonía. Un momento entrañable que se repetiría con la interpretación de “Camariñas”, en los bises.
Y llegó el éxito más internacional de la banda con “O son do ar”, del primer trabajo discográfico de 1988. Mike Oldfield, en 1996 hizo una versión que tituló “The song of the sun” –incluido en su disco “Voyager”- y puso al grupo en oídos de mucha gente. Luar na lubre le devolvería el homenaje a Mike Oldfield, haciendo una versión de “The sailors Hornpipe”, a la que le añaden dos pasacorredoiras. 
Después de la animada “Centeás”, también del poeta Xabier Cordal, llegó  “Camiño do norte”, una composición instrumental que representa al  Camino de Santiago que viene por vía marítima desde las Islas Británicas.   Sin duda es un símbolo de la celtitud gallega. También hubo homenajes a Milladoiro y a Emilio Cao, que representan la esencia de la música gallega  y al poeta Víctor Jara.  Durante toda la actuación destacaron las flautas de Xan Cerqueiro, pero uno de los momentos de más lucimiento fue la interpretación de la “Xota de Xosé”, con tres ritmos diferentes: jota,  muñeira y carballesa.

Una de las cántigas más populares de Galicia es “A Carolina”, que la banda interpreta en combinación con una pieza renacentista italiana  incluida en “Il primo libro de Balli” de 1578, una danza macabra que representaba una crítica a los poderes.  La fusión de estos dos temas tan fáciles aparentemente  pero tan complejos en el fondo, es una buena muestra de la calidad de la banda y del porqué perviven después de tres décadas.  

El público mostró entusiasmo durante toda la actuación  y la banda fue generosa y tocó lo mejor de su repertorio, además de cuatro bises. En definitiva, fue una velada emocionante para los amantes de la música celta y encantados de que Luar na Lubre saque un nuevo disco a partir de mayo. Esperamos ansiosos. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España

lunes, 5 de febrero de 2018

Que Rozalén no crezca más





Lo que más lamento del vertiginoso éxito de Rozalén es que me temo que en poco tiempo ya no vamos a poder escuchar sus canciones en teatros tan acogedores y con tan buena acústica como el de la Laboral de Gijón, y tendremos que ir a disfrutar de su arte a recintos más grandes, como pabellones de deportes y similares, cuya acústica es espantosa. Es lo que pasa ahora cuando queremos escuchar a Sabina o Serrat, por ejemplo. Con solo tres discos en el mercado la cantante manchega arrasa por donde va.  Agota las entradas en muy poco tiempo y sus adeptos crecen de forma exponencial, así que no tardará en llegar el día en que sus promotores quieran aumentar el negocio y abastecer la demanda de público. Y es que Rozalén representa el relevo generacional de los cantautores citados: tiene frescura, humildad, madurez, elegancia, buena música y un discurso que pellizca y va directamente a nuestras venas.

Tras la estupenda y corta actuación de los teloneros Alberto & García llegó la cantautora con “La puerta violeta”, cuya letra representa un portazo a la violencia machista. También se acordó de las víctimas del cáncer con “Vivir” y reivindicó la recuperación de la memoria histórica dedicando una canción a su tío abuelo “Justo”, un gran tema que terminó con un bombazo de timbal que nos trasladó a la escena de los acontecimientos. Su discurso y su interpretación levantaron una sonora ovación. Repitió la fórmula del concierto del año pasado en el mismo recinto, subiendo a un montón de niños al escenario para cantar “La canción de las Hadas”, creando un momento entrañable y aplaudiendo a los padres que llevan a sus hijos a los conciertos.  También contó de nuevo con la presencia de su amiga y gran cantante de tonada Marisa Valle Roso y en esta ocasión interpretaron “Ser como soy”. Juntas una delicia, aunque también me hubiera gustado volver a escuchar la versión de “Llorona” que hicieron en el anterior concierto.

La puesta en escena, con la banda en pleno y la coreografía de Beatriz Romero traduciendo  todas las letras al lenguaje de los signos –para que llegue a todo el mundo- resulta muy agradable. Pero si por algo lamento que Rozalén siga creciendo y se vaya a actuar a pabellones de deportes es porque nos perderemos, entre otras cosas, muchos matices y dinámicas contrastantes que su banda esgrime en cada tema. Para muestra los arreglos de “Berlín” a medio camino entre bolero y habanera,  los matices del delicioso piano en “La Belleza” -compuesta por Aute-, las notas pedales de “Será mejor” o la exquisita interpretación del tema de Violeta Parra “Volver a los 17”, con golpes de timbal a modo de latidos y  arpegios de guitarra, creando la base para las melodías del  acordeón.  También destacaría la difícil métrica de las percusiones en “El hijo de la abuela”, sobre las que se apoya una armonía sobresaliente y una melodía con estupendos fraseos. Etcétera, etcétera. Todos estos detalles no se perciben en un recinto capaz de acoger a 8.000 personas, salvo que esté diseñado para ello y, por desgracia, en Asturias no hay.



Por todo esto, asumo que soy egoísta y que no quiero que Rozalén crezca más. Quiero que se quede como está y que solo podamos disfrutar en cada concierto las 1.200 personas que llenaron la Laboral. 

Crítica de Mar Norlander publicada en La Nueva España